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domingo, 22 de febrero de 2015

¿Porqué las aves no pueden esquivar el AVE?

Post publicado en el Blog “Ciencias mixtas” de Javier Yanes, del periódico “20 minutos” el pasado 16 de enero de 2015.

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La cara más fea de los trenes de alta velocidad está en el morro de la locomotora, donde a los insectos típicos en cualquier parabrisas suele sumarse el cadáver de algún pájaro, despachurrado sobre un borrón de sangre. Y eso que se nos ahorra la visión de los que quedaron pulverizados en las vías. Es una más de las trampas letales que nuestra tecnología tiende a los dinosaurios actuales, como los cables eléctricos, las aspas eólicas, las mamparas de cristal o las fachadas de espejo.
En lo que se refiere a los vehículos, la visión de animales atropellados es algo tristemente frecuente, sobre todo pájaros o gatos. Quienes tiramos a vivir en el campo encontramos también ardillas, erizos, serpientes, conejos, sapos o incluso algún zorro. Mi compañero César-Javier Palacios ha abordado el asunto varias veces en su blog La crónica verde, aportando el dato escalofriante de que cada año diez millones de vertebrados mueren arrollados en las carreteras españolas. Es especialmente dramático el caso de los linces, que caen bajo las ruedas de coches o trenes a razón de uno al mes, o más. César-Javier recomienda levantar el pie del acelerador. Si se respetaran los límites de velocidad, se evitaría el sufrimiento de muchos animales, incluyendo a los humanos.
Con todo, incluso los conductores prudentes y sensibilizados pueden verse sorprendidos por un animal que se arroja bajo las ruedas superando nuestra capacidad de reacción, o que queda deslumbrado por los faros y escoge la opción equivocada. En general, es un juego de tiempos de reacción: el del animal para esquivar nuestra acometida y el nuestro para frenar o desviar la trayectoria del coche. Con el nuestro podemos estar más o menos familiarizados, pero no así con el del animal.
Esta última cuestión es la que ha tratado de responder un equipo de investigadores del Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA) y de las Universidades de Indiana y Purdue. Los científicos, encabezados por el biólogo y ecólogo del USDA Travis DeVault, han analizado los comportamientos y los tiempos de alerta y huida ante la aproximación de un vehículo virtual  en una especie de pájaro común y abundante en Norteamérica, el tordo cabecicafé o negro (Molothrus ater).
Según escriben los investigadores en su estudio, publicado este mes en la revista Proceedings of the Royal Society B (PRSB), “los animales parecen reaccionar a la aproximación de automóviles, aviones y otras amenazas no biológicas de una manera cualitativamente similar a cuando se trata de predadores”. “Durante estos encuentros, los animales usan alguna variación de su repertorio antipredador, posiblemente porque la novedad evolutiva de los vehículos modernos impide respuestas más especializadas”. DeVault y sus colaboradores explican que esta falta de adaptación lleva a respuestas erróneas, como los ciervos que se quedan paralizados o las tortugas que se limitan a esconderse en su caparazón.
Para realizar su experimento, los autores presentaron a los tordos filmaciones silenciosas de una camioneta pick-up acercándose a ellos a distintas velocidades entre 60 y 360 kilómetros/hora, siempre desde una distancia inicial de 1,25 kilómetros en línea recta y en un escenario experimental cuidadosamente diseñado y controlado. De este modo, midieron las respuestas de alerta y de huida de los pájaros.
La conclusión principal del estudio es que el estímulo para la reacción de estas aves no es la velocidad del vehículo, sino la distancia a él: con independencia de la velocidad, los pájaros adoptaban la postura de alerta cuando la camioneta se acercaba hasta los 43 metros, y emprendían el vuelo a los 28 metros. Lógicamente, a una velocidad menor el animal tiene más tiempo para escapar. Los científicos descubrieron que por encima de 120 km/h los pájaros no podían huir con la suficiente rapidez para evitar el atropello. La razón es que su tiempo de reacción para echar a volar es de 0,8 segundos, medido experimentalmente. Una sencilla cuenta revela que, a velocidades superiores a 120, el vehículo tarda menos de este intervalo en recorrer los 28 metros. En concreto, un tren de alta velocidad circulando a 300 km/h cubre esa distancia en 0,336 segundos, por lo que la maniobra del tordo no consigue evitar la colisión.
Es más: según los autores, a velocidades superiores a 180 km/h las reglas de respuesta de los pájaros se rompen por completo y sus estrategias de huida se vuelven erráticas. “Nuestro estudio es el primero en proporcionar pruebas directas de que las reglas de comportamiento de huida utilizadas por los pájaros se quedan cortas con vehículos a altas velocidades”, escriben los investigadores, añadiendo que “la regla de distancia usada por los tordos es generalmente ineficaz para evitar vehículos a altas velocidades”.
Finalmente, DeVault y sus colaboradores proponen medidas para compensar esta indefensión de los pájaros ante los vehículos, como incorporar luces pulsantes en los aviones que aterrizan o despegan para ahuyentar a las aves, o reducir los límites de velocidad en las carreteras que atraviesan zonas de especial importancia ecológica. Respecto a esto último, siempre habrá quien objete que de poco sirven los límites de velocidad si no se respetan, como ocurre tan frecuentemente en este país. Y sin embargo, parece que los pájaros son capaces de ajustar sus comportamientos de huida en función de la normativa de circulación. Sí, ha leído bien.
Aquí, la explicación. El trabajo de DeVault cita un estudio previo que descubría un hecho absolutamente insólito: en 2013, los investigadores canadienses Pierre Legagneux y Simon Ducatez examinaron las distancias de inicio de vuelo, es decir, la separación del vehículo a la cual las aves emprenden la huida, en carreteras con distintos límites de velocidad. El estudio, publicado también en PRSB, revelaba que, atención, los pájaros reaccionaban a mayor distancia del vehículo cuando el límite de velocidad de la vía era mayor, con independencia de la velocidad real a la que circulara el automóvil en cuestión. En otras palabras: los pájaros sabían cuál era el límite de velocidad de la carretera y entendían que, si este era mayor, debían emprender la huida a distancias más prudentes (el estudio de DeVault no detecta este efecto porque su carretera virtual es siempre la misma).
Increíble, pero cierto. Según Legagneux y Ducatez, sus resultados “sugieren poderosamente que los pájaros son capaces de asociar secciones de la carretera con límites de velocidad como manera de valorar el riesgo de colisión”. Los autores razonan que los animales quizá puedan apreciar la diferencia entre un entorno urbano, donde el límite de velocidad es menor, y las áreas rurales. Pero ¿qué ocurre en carreteras de campo donde la velocidad permitida puede variar entre 80 y 110 km/h? El paisaje es similar, y sin embargo los pájaros escapan antes cuando el límite de velocidad es mayor. Los investigadores repasan distintas hipótesis alternativas, pero todas ellas podrían resumirse en un factor común: aprendizaje. ¿He mencionado ya aquí que las aves se cuentan entre los seres más inteligentes de la naturaleza?

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